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Trastorno de dismorfia corporal

Trastorno de dismorfia corporal: Las bases para entender este desorden e identificarlo

En los últimos años se ha escuchado y se usado con frecuencia este término de forma coloquial, sin embargo, la dismorfia corporal es una afección mental que tiende a aumentar y que es importante atender, ya que afecta considerablemente la calidad de vida.

¿Cómo identificar el trastorno de dismorfia corporal?

Se considera un trastorno mental o psicológico porque la persona que lo padece no puede dejar de pensar en uno o más defectos relacionados con su físico, que a menudo no pueden ser percibidos por los demás. Pasa una cantidad de tiempo considerable pensando y enfocándose intensamente en esos defectos físicos y cómo arreglarlos .

Es clave entender que sólo esa persona percibe esos defectos físicos. Para los demás, estos pueden ser inexistentes o insignificantes. Las personas que lo padecen pueden estar constantemente revisando el espejo, tomándose fotos, aseándose, maquillándose o buscando otras formas de obtener tranquilidad respecto a ese defecto o defectos, llegando incluso a realizarse procedimientos cosméticos invasivos. Sin embargo, ya que es psicológico, la ansiedad regresa.

En sus formas más graves se pueden desarrollar trastornos alimentarios, depresión y trastorno obsesivo compulsivo. Este último puede ser consecuencia del trastorno dismórfico corporal, pero también puede ser la causa, ya que el enfoque en el “defecto” se considera obsesivo.

Se piensa que el trastorno de dismorfia corporal es una forma de TOC enfocada en el cuerpo propio.

Trastorno obsesivo compulsivo

El trastorno obsesivo compulsivo se compone de dos momentos: el obsesivo, donde existen pensamientos intrusivos y repetitivos cargados de mucha ansiedad; y la compulsión, donde se llevan a cabo actos de igual manera repetitivos y cargados de ansiedad para evitar que algo malo suceda asociado con los pensamientos obsesivos.

Estos actos compulsivos no tienen un sentido lógico respecto a lo que se quiere evitar que suceda. Sino que más bien su sentido es mágico, por ejemplo, eludir pisar las grietas de la acera para evitar que la madre muera. De esta misma manera funciona el trastorno de dismorfia corporal, donde la tranquilidad respecto al “defecto” se encuentra en actos mágicos, por lo general de manera temporal. 

Otros síntomas del trastorno pueden incluir el creer que las personas se burlan de ellos a sus espaldas, sentirse feos o deformes debido a esa característica, buscar constantemente aprobación respecto a la apariencia, evitar situaciones sociales. El trastorno de dismorfia corporal termina afectando las relaciones interpersonales, la socialización, el mundo laboral, y en última instancia la calidad de vida en general. Es una enfermedad que ha tomado mucha fuerza en los últimos años, y se proyecta un mayor aumento por la gran relevancia que tiene la belleza en nuestra sociedad y las exigencias que implica, entre otras causas. 

¿Cómo curar el trastorno de dismorfia corporal?

Actualmente este trastorno es estudiado por psicólogos, psiquiatras, neurólogos, neuropsicólogos y sociólogos. Para su cura, es necesario acudir con un profesional de la salud mental.

Navegando el duelo: Comprendiendo para sanar

Navegando el duelo: Comprendiendo para sanar

Desde el minuto que nacemos, nos enfrentamos  a constantes pérdidas; pérdida de la comodidad del vientre de mamá, de las personas que quisimos y aquellas que fuimos. Como seres humanos, el duelo es un proceso que todos inevitablemente atravesaremos. Comprenderlo y tener herramientas para sobrellevarlo es de gran importancia. 

Podemos entender el duelo como la angustia experimentada tras una pérdida significativa, normalmente la muerte de una persona querida (APA, 2022) o por alguna situación significativa (por ejemplo, divorcio). Esta angustia no solo impacta en nuestras emociones, como el sentirnos tristes, culpables, enojados o impotentes, sino también nuestra salud física y nuestra cognición. Por ejemplo, podemos sentirnos agotados, tener cambios en el apetito o sueño, así como dificultad para concentrarnos o para recordar las cosas. 

Aunque comúnmente el duelo se asocia a la pérdida de un ser querido, podemos experimentar el duelo en otras situaciones de la vida.

Perder un empleo, jubilarnos o un divorcio son situaciones que pueden evocar una respuesta similar al duelo debido a la pérdida de identidad y roles que teníamos, la rutina, seguridad económica y conexiones sociales asociadas. De la misma manera, las situaciones abruptas o inesperadas también se asocian a un proceso de duelo.

Situaciones inesperadas 

Aunque es reconfortante pensar que tenemos control sobre todas las situaciones que nos ocurren, no siempre es así. Las situaciones inesperadas pueden generar respuestas similares al duelo, debido a los desafíos emocionales, psicológicos y prácticos que presentan. Algunas maneras en que puede manifestarse el duelo en contextos de cambios inesperados son por medio de shock, o una dificultad para asimilar lo que ha ocurrido, así como agitación emocional

Similarmente, todos preferimos lo que ya conocemos, por lo que el duelo ante un cambio repentino también puede manifestarse como resistencia a la nueva realidad, ya que las personas pueden añorar lo conocido y resistirse a adaptarse a lo desconocido.

El COVID-19 es un gran ejemplo de una situación inesperada, en donde todos nos vimos forzados a asimilar una nueva realidad que no teníamos contempladas en nuestras agendas. No solo nuestras rutinas se vieron afectadas, sino también nuestras vidas enteras. Tuvimos que adaptarnos a una realidad en donde no podíamos salir de casa, a una modalidad en línea, al estrés e incertidumbre que conllevaba un virus que nadie entendía. Además de todo eso, la mayoría de la gente tuvo que hacer frente a pérdidas, ya fuera en relación con la muerte de un ser querido, de un trabajo, o de la vida que teníamos antes.

Ciclo del duelo

“Al igual que el amor que lo engendra, la expresión molecular del duelo es única en cada relación.” 

M. Katherine Shear, MD. 

Actualmente existen diversas teorías acerca de las etapas del duelo. Sin embargo, la más aceptada proviene de la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross. En su teoría, Kübler-Ross propone cinco etapas que las personas atravesamos  durante un proceso de duelo. Sin embargo, es importante notar que estas etapas no son fijas, ni significa que se deben seguir en orden. Cada quien vive un duelo diferente, de acuerdo a sus circunstancias y sentimientos.

  1. Negación: Esta primera etapa del duelo nos ayuda a sobrevivir a la pérdida. En esta etapa, el mundo pierde su sentido y es abrumador, siendo la negación y el shock lo que nos ayuda a sobrellevar la situación y a sobrevivir. 
  2. Enojo: La ira es una etapa necesaria del proceso de curación. De acuerdo a la autora, la ira es fuerza y puede ser un ancla, dando estructura temporal a la pérdida.
  3. Negociación: Nos perdemos en un laberinto de afirmaciones como: “Si tan solo ..” o “Qué pasaría si…”. Queremos que la vida vuelva a ser lo que era. recuperar a nuestro ser querido. Queremos retroceder en el tiempo.
  4. Depresión: Tras la negociación, nuestra atención se centra en el presente. Se presentan sentimientos vacíos, y el dolor entra en nuestras vidas a un nivel más profundo de lo que nunca habíamos imaginado. Es importante recalcar que este sentimiento de tristeza no es un trastorno mental. Aunque se pueden confundir los términos duelo y depresión, no son lo mismo. Ambos traen tristeza a nuestras vidas y ambos causan disrupciones en nuestra vida, pero la similitud termina ahí. 
  5. Aceptación: Aunque usualmente se confunde esta etapa con la noción de “estar de acuerdo” con lo sucedido, muchas veces no es el caso. La mayoría de la gente nunca se siente bien con la pérdida de un ser querido. Esta etapa consiste en aceptar la realidad de que nuestro ser querido se ha ido físicamente y reconocer que esta nueva realidad es la realidad permanente. Nunca nos gustará ni nos parecerá bien, pero acabaremos aceptándola.

¿Cuándo se complica el duelo?

El duelo es una mezcla de añoranza, culpa y tristeza, con acompañamiento de pensamientos, recuerdos e imágenes de la situación ocurrida.

Cuando tiene éxito, el duelo lleva a las personas a sentirse profundamente unidas a los seres queridos fallecidos, al tiempo que son capaces de imaginar un futuro funcional sin ellos.

Sin embargo, el duelo se complica cuando tenemos dificultad para realizar o completar nuestras actividades del día a día, o nuestras relaciones con los demás y nuestra calidad de vida se ven afectadas negativamente.

Afrontando el duelo: ¿Qué nos puede ayudar?

  1. Terapia

Acudir a terapia tiene un papel muy importante dentro del proceso de duelo, ya que nos proporciona un espacio seguro en donde podemos enfrentar y manejar nuestras emociones después de una pérdida significativa. 

El objetivo de la terapia es que se pueda disponer de las herramientas adecuadas para poder hacer esa conexión con el dolor y las emociones de una forma serena. 

  1. Mindfulness (Atención plena)

Durante la práctica de mindfulness, se trata de observar qué predomina en nuestra conciencia momento a momento. La intención es explorar la experiencia como es en realidad, es decir, en constante cambio. Por ello, la práctica de mindfulness cultiva el insight (o introspección) en la naturaleza de nuestros condicionamientos. 

Es importante recalcar que esta es una herramienta que ayuda durante el proceso terapéutico, no lo reemplaza. Si te interesa ponerlo en práctica, te compartimos una playlist de Mindfulness creada por el equipo de Pi Psicología Integral. 

  1. El rol de la resiliencia en el duelo

Según la APA, la resiliencia es el proceso de adaptarse bien a la adversidad, a un trauma, tragedia, amenaza, o fuentes de tensión significativas, como problemas familiares o de relaciones personales, problemas serios de salud o situaciones estresantes. La resiliencia es otra ayuda que nos proporciona las herramientas emocionales y cognitivas necesarias para sobrellevar el duelo y adaptarnos a situaciones inesperadas gracias a que nos permite evidenciar las actitudes, pensamientos y emociones que interjuegan a la hora de asumir la situación difícil y a la par con nosotros mismos, para resignificar a esa realidad.

  1. Importancia de la red de apoyo y cómo pedir ayuda

Niemeyer (2002) menciona que la red de apoyo social realmente ayuda a individuos en situación de duelo, ya que puede funcionar como amortiguador del dolor, disminuyendo así los síntomas ansiosos y depresivos, y aumentando la satisfacción vital.

Encontrar fuentes de apoyo puede desempeñar un papel fundamental en la recuperación y aceptación de la pérdida por parte de esta persona. Tanto familiares como amigos, grupos de apoyo, entidades comunitarias o profesionales de la salud mental ayudan durante este proceso. Pedir ayuda a veces no es fácil, por lo que un primer paso a esto puede ser con una persona de confianza o de gran estima.

El duelo no es un proceso lineal

Ningún proceso es lineal, y el duelo no es la excepción. Típicamente, están llenos de altibajos, de días buenos y otros no tanto. En este contexto, es fundamental destacar la importancia de cultivar la paciencia y la empatía hacia uno mismo.

El duelo es una experiencia profundamente personal y única, por lo que no hay un camino “correcto” o “normal” para atravesar. Debido a esto, la paciencia jugará un rol importante, ya que no hay un calendario fijo que indique  en dónde el duelo terminará. Al permitirnos sentir todas las emociones, incluso las dolorosas, sin juzgarnos, estamos dando espacio a nuestro proceso de curación.
Por otro lado, la empatía hacia nosotros mismos es de igual importancia. Esto significa tratarnos con la misma comprensión y cuidado que le daríamos a otro ser querido en nuestro lugar. No hay respuestas “correctas” hacia una pérdida, todas nuestras emociones son válidas, y por ende, merecen ser sentidas.

Referencias

Eisma, M., Tamminga, A., Smid, G., & Boelen, P. (2021). Acute grief after deaths due to covid-19, natural causes and unnatural causes: an empirical comparison. Journal of Affective Disorders, 278, 54-56. https://doi.org/10.1016/j.jad.2020.09.049

Hui, D. (2015). Unexpected death in palliative care. Current Opinion in Supportive and Palliative Care, 9(4), 369-374. https://doi.org/10.1097/spc.0000000000000174 

Kübler-Ross, E., & Kessler, D. (2009). The five stages of grief. In Library of Congress Catalogin in Publication Data (Ed.), On grief and grieving (pp. 7-30).

Neimeyer, R. A. (2000). Searching for the Meaning of Meaning: Grief Therapy and the Process of Reconstruction. Death Studies, 24(6), 541-558. 

Shear, M. K. (2022). Grief and mourning gone awry: pathway and course of complicated grief. Dialogues in clinical neuroscience.

PSICOLOGÍA Y POBLACIÓN LGBT+: CONTEXTO HISTÓRICO Y ACTUAL

Psicología y población LGBT+: contexto histórico y social actual

En este artículo hablaré sobre el recorrido de la psicología con respecto a la diversidad sexual, desde que se pensaba en un principio hasta llegar a las posturas más actuales sobre el tema.

A pesar de que hoy en día hay una mayor apertura a temas relacionados con la diversidad sexual, los estigmas y la discriminación siguen abundando, afectando a la población LGBT+ no solo en materia de derechos humanos, sino también respecto a su salud, tanto física como mental.

Respecto a este último tema existe una larga historia de posturas antiéticas que, si bien han ido desapareciendo, todavía persisten en la actualidad.

Antecedentes históricos

En 1952 se publicó la 1ª edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) de la Asociación de Psiquiatría Americana (APA) con la intención de homologar las distintas clasificaciones de enfermedades mentales existentes hasta ese momento. 

Dentro de este documento, la APA incluyó a la homosexualidad como una categoría de enfermedad mental, basándose en teorías sin evidencia científica, que proponían una supuesta conexión entre la homosexualidad y algunas formas de desajuste psicológico, y la idea que ésta era necesariamente el síntoma de una enfermedad mental.

En 1968 la reclasificó como una “desviación sexual”. Esta decisión tuvo un grave impacto en las personas LGBT+, ya que la clasificación de “enfermos mentales” servía para justificar su discriminación. 

Las personas LGBT+ (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans y demás) eran percibidas como gente con un trastorno mental, gente perversa, desviada, pecadora, antinatural, inclusive criminales cuyo único delito era no ser heterosexuales o cisgénero.

Algunas personas, no menos discriminatorias que otras, veían la diversidad sexual no con ojos de odio, sino de lástima, compasión. Veían en ellos a personas “necesitadas” de ayuda, personas que “necesitaban” (o más bien “debían”) cambiar su forma de vida.

De esta idea nacen las “terapias de conversión”, también conocidas como “Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual e Identidad de Género (ECOSIG).

Son distintas prácticas que van desde sesiones psicológicas, psiquiátricas, consejería religiosa, impulsadas por supuestos expertos, la derecha, grupos religiosos, de superación personal o contra las adicciones, que buscan cambiar las orientaciones sexuales y las identidades de género de las personas, cuando es algo que no se puede cambiar.

A partir de los años 60s la lucha de grupos y asociaciones de personas LGBT+ comienza a proliferar. Un evento que represento un parteaguas para la despatologización de la diversidad sexual fue cortesía del psiquiatra John Ercel Fryer, quien el lunes 02 de mayo de 1972, durante la convención anual de la APA, se presentó con el seudónimo de Henry Anónimo portando una mascara de goma de Richard Nixon, y se declaro homosexual.

Durante los siguientes diez minutos se dedicó a dar un discurso reivindicando que la homosexualidad no era patológica y que reprimirla y castigarla traía consecuencias negativas. 

Henry Anónimo en la conferencia

Contexto actual

El discurso de Fryer fue un punto de inflexión en la historia de los derechos de las personas homosexuales. Al año siguiente, en 1973, la APA anunció que revertiría su postura de casi un siglo y declaró que la homosexualidad no es un trastorno mental.

El reconocimiento internacional tuvo que esperar casi dos décadas, cuando en 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS) dejó de considerar a la homosexualidad una enfermedad. Durante esos años, el activismo del colectivo LGTB+ fue creciendo por el mundo y sus realidades se hicieron más visibles.

De la mano con esto, en 2018 la OMS ha excluido la transexualidad de su lista de trastornos mentales. Lo ha hecho en la nueva actualización de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) en el que la transexualidad pasa a formar parte de un epígrafe nuevo denominado “condiciones relativas a la salud sexual” y a denominarse “incongruencia de género”.

Hasta ahora formaba parte del capítulo dedicado a “trastornos de la personalidad y el comportamiento” –en el subcapítulo “trastornos de la identidad de género”.

Respecto a los ECOSIG, Las Comisiones Unidas de Justicia, de Salud y de Diversidad de la Cámara de Diputados aprobaron la iniciativa que propone prohibirlas. Con 56 votos a favor, 1 en contra y 9 abstenciones, los diputados aprobaron el dictamen que reforma y adiciona el Código Penal Federal y se adiciona un artículo 465 Bis a la Ley General de Salud.

Con la iniciativa se propone sancionar a quien realice, imparta, aplique, obligue o financie cualquier tratamiento, terapia, servicio o práctica que obstaculice, restrinja, impida, menoscabe, anule o suprima la orientación sexual, identidad o expresión de género.

El camino que queda por delante

Pese a que el consenso médico y psicológico ha cambiado en todos estos años, aún vemos que siguen existiendo los ECOSIG como método de tortura para la población LGBT+ en 69 países de la ONU el ser de la diversidad sexogénerica es motivo para ser criminalizados.

Por eso es necesario luchar por nuestros derechos y para acabar con los ECOSIG, que buscan aleccionarnos a los que tenemos una orientación o identidad de género que sale del orden establecido y que cuestiona y enfrenta la sexualidad que bajo este sistema es vista solamente como forma de reproducción.

La población LGBT+ sigue lidiando con violencia en diversos niveles: familiar, laboral, escolar, social, legal, y sobre todo a nivel salud al toparse con personal que sigue tratando con prejuicios a las personas de la diversidad.

Por un lado, la importancia, para los profesionales de la salud mental, de crear espacios libres de violencia homofóbica transfóbica es crucial. El espacio terapéutico debe ser un lugar donde no se juzgue ni se emitan juicios de valor, sino donde el paciente pueda expresarse libremente sin temor a ser objeto de violencia o discriminación.

Por otro lado, el acudir a terapia psicológica puede ser una gran opción para todas las personas en general, pero las personas de la diversidad sexual atraviesan por procesos y violencias que las personas cis/heterosexuales no, por el simple hecho de ser quienes son.

La terapia psicológica puede brindar no solo un espacio de escucha y contención, sino también la oportunidad de buscar herramientas y pensar en alternativas para las diversas problemáticas que puedan estar atravesando.

Fuentes:

Barry, E. (05 de Mayo de 2022). ¿Quién fue el psiquiatra enmascarado que impulsó una revolución y luego ‘desapareció’? Obtenido de The New York Times.

La homosexualidad nunca debió haber sido incluida en las clasificaciones internacionales de las enfermedades. (24 de Septiembre de 2012). Obtenido de Iguales.

Leiva, A. (s.f.). 15 de diciembre de 1973: la homosexualidad deja de ser considerada como enfermedad en Estados Unidos. Obtenido de El Orden Mundial.

Sentirse solo

Hablándonos al espejo; El sentirse solos/as y vivirlo como algo inquietante

Sentirse, estar y acompañar.

Actualmente, en diferentes redes sociales, se hacen “memes” o acercamientos a la salud mental, e intentan hablar sobre temas importantes para el bienestar personal. Sin embargo, en su mayoría dejan el tema central  de lado y solo buscan generar una identificación: “Me siento solx”, “No tengo a nadie aquí para mí”, “No soy importante para nadie”, “De tantas personas, parece que no encajo en algún lugar”. ¿Tú te identificas?

Entre los escritos de Klein (1988) entendemos “la soledad” como aquella sensación de sentirnos amenazados/as en la relaciones, angustiados/as por cómo nos van a ver, incapaces de llevar una relación agradable con alguien más. Y cada persona lo va a vivir (o sufrir) de manera diferente, de acuerdo con sus “recursos”, habilidades e historia personal.

La soledad puede describirse como esa dificultad en acercarnos a otras personas, por desconfianza, “baja autoestima”, u otros motivos; en ocasiones podemos sentirnos solxs al finalizar una relación, o al sufrir una pérdida de alguien cercano (o a veces mascotas) (Caruso, 1989). Al atravesar un duelo puede ser temporal tener esta sensación, pero si se vuelve incapacitante o dura mucho tiempo, es cuando se convierte en un indicador de malestar.

¿Cómo se siente estar solo/a? Y, ¿qué hacer con ello?

Como se mencionó anteriormente, esta es una sensación que cada persona va a vivir de manera muy diferente, sin embargo hay puntos que coinciden, y estos serían algunos indicadores con los cuales podemos identificarnos y comenzar a cuestionar porqué nos sentimos así.

La soledad no es sinónimo de “introversión”

Hay que diferenciar este término que se ha difundido muchísimo en redes sociales. Lo introvertido es una manera de ser/actuar consciente, en donde preferimos ser callados, introspectivos, disfrutar del tiempo a solas, y poder conllevar una vida social “adecuada”, aunque las situaciones de fiestas o reuniones nos pueden disgustar o angustiar.

La soledad va más allá, ya que comienza desde sí tener el deseo/ganas de hacer cosas sociales, pero falta tener la “confianza” o sentirnos preocupados por qué va a pasar una vez allá, y decidir no hacerlo. A veces será bueno quedarse en casa disfrutando de un pasatiempo a solas, sin embargo en estos casos puede que se quede con las ganas de hacer algo más, y reprocharse no haberlo hecho. Por ello:

Los ataques, y no al otro

A diferencia del ser introvertido/a, en este malestar nos podemos encontrar con esos reproches o ataques; más allá de sentirnos mal o culparnos por haber hecho (o no) algo; sentirnos menos, insuficientes, no importantes. En ocasiones podemos pensar cosas negativas de otras personas para consolarnos de estar solos (ej. “Es una persona muy criticona”) pero esto será un mecanismo de defensa para no sentirnos tan mal, que al paso del tiempo pierde eficacia y continuamos en ese malestar.

Integrar, no aguantar

Klein sostiene que en la primera etapa de nuestra vida, vemos a nuestros cuidadores (mamá, papá, etc)  de manera escindida; buenos o malos, uno u otro, y no como un punto medio. Y a través de nuestras experiencias placenteras con ellos, tendremos mayores habilidades para ‘integrar el objeto total’, esto es, ver nuestros vínculos con sus partes buenas y malas, y tolerarlo.

Partes malas o displacenteras incluyen separaciones momentáneas, el no poder complacernos en ocasiones, el poner límites y reglas, etc. ¿Y en personas como nosotrxs, en nuestra adolescencia o adultez? de manera muy similar, hablando sobre el malestar de la soledad, se sostiene que en la mayoría vemos a las personas y a las experiencias con estas como algo muy insatisfactorio, doloroso o penoso; por lo que ‘inconscientemente’ preferimos no arriesgarnos y seguir en este malestar como una manera de defensa. Así, ‘‘aunque lo sufra, estoy mejor aquí que allá afuera con esos riesgos’’.

El integrar, el salir a enfrentarnos a esa angustia y a poder tolerar diferentes situaciones, es una tarea difícil; tendrá qué ver con nuestra propia experiencia de vida, y esto se va elaborando en un espacio terapéutico.

Nuestra historia, nuestro dolor

Cada vez somos más conscientes del dolor (o las situaciones molestas o dolorosas) en las relaciones personales, lo cual nos abre paso a cuestionarnos si es lo que nos gustaría tener o no. Sin embargo, queda la pregunta de qué seguir haciendo o cómo cambiarlo.

Muchas veces nuestra historia tiene un peso inconsciente, una toma de decisiones que hacemos sin pensarlo o considerarlo, evadiendo el dolor o lo displacentero, e intentando preservar nuestra vida como ya es. En esta cuestión de la soledad, muchas de las veces se puede pensar que así ‘estamos bien’, debido a que nos ahorramos mucho sufrimiento ‘‘fantasioso’’ (que no sabemos si pasará o no, pero ahí está), lo cual nos hace quedarnos ahí a pesar de sentirnos mal.

Otras ocasiones, tenemos conciencia o recordamos lo que hemos pasado a lo largo de nuestra vida y lo nombramos conociendo su peso, pero ¿ya con eso nos sentimos mejor? No es muy probable. Hay mucho que hacer, sentir y reconstruir sobre nuestro sufrimiento.

¿Qué hago? ¿Acostumbrarme o escucharme? La búsqueda de compañía

En estos casos, cuando ya es una situación incapacitante (que dura mucho tiempo, no salimos de nuestra rutina, pasamos más tiempo a solas y disconformes, y se comienzan a malestar los hábitos de sueño, comida y bienestar personal), es importante acudir a psicoterapia para traer a la consciencia el por qué nos sentimos de esta manera; y así mismo, ir elaborando el cómo salir ‘de manera adecuada’ de esta situación.

En el espacio terapéutico, un lugar de acompañamiento para cualquier persona que lo deseé, se ha de permitir sentirse mal. Primero, se requiere traer a este espacio todo el dolor o las situaciones que se sufren/sufrieron, y a manera de ir construyendo nuevas caminos, irlas trabajando para encontrar las situaciones placenteras de la vida misma. Tampoco hemos de excluir que el dolor es parte de la vida cotidiana; más bien, debemos mejorar nuestros recursos personales para poder tolerar el sufrimiento que las relaciones sociales pueden tener.

El placer y el displacer van de la mano, no se trata de sentirnos culpables por cómo nosotros lo toleramos y lo aliviamos (o no). Sin embargo, de seguir persiguiendo ese estado de soledad durante mucho tiempo, siempre será mejor hacernos cargo y buscar sanar.

Referencias:

Envidia y gratitud, y otros trabajos: Sobre el sentimiento de soledad (1ra ed., Vol. 3o). (1988). Klein, M.

La separación de los amantes (1ra ed.). (1989). Caruso, I.

Obras completas: Duelo y melancolía (Vol. 14). (1914). Freud, S.