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Sentirse solo

Hablándonos al espejo; El sentirse solos/as y vivirlo como algo inquietante

Sentirse, estar y acompañar.

Actualmente, en diferentes redes sociales, se hacen “memes” o acercamientos a la salud mental, e intentan hablar sobre temas importantes para el bienestar personal. Sin embargo, en su mayoría dejan el tema central  de lado y solo buscan generar una identificación: “Me siento solx”, “No tengo a nadie aquí para mí”, “No soy importante para nadie”, “De tantas personas, parece que no encajo en algún lugar”. ¿Tú te identificas?

Entre los escritos de Klein (1988) entendemos “la soledad” como aquella sensación de sentirnos amenazados/as en la relaciones, angustiados/as por cómo nos van a ver, incapaces de llevar una relación agradable con alguien más. Y cada persona lo va a vivir (o sufrir) de manera diferente, de acuerdo con sus “recursos”, habilidades e historia personal.

La soledad puede describirse como esa dificultad en acercarnos a otras personas, por desconfianza, “baja autoestima”, u otros motivos; en ocasiones podemos sentirnos solxs al finalizar una relación, o al sufrir una pérdida de alguien cercano (o a veces mascotas) (Caruso, 1989). Al atravesar un duelo puede ser temporal tener esta sensación, pero si se vuelve incapacitante o dura mucho tiempo, es cuando se convierte en un indicador de malestar.

¿Cómo se siente estar solo/a? Y, ¿qué hacer con ello?

Como se mencionó anteriormente, esta es una sensación que cada persona va a vivir de manera muy diferente, sin embargo hay puntos que coinciden, y estos serían algunos indicadores con los cuales podemos identificarnos y comenzar a cuestionar porqué nos sentimos así.

La soledad no es sinónimo de “introversión”

Hay que diferenciar este término que se ha difundido muchísimo en redes sociales. Lo introvertido es una manera de ser/actuar consciente, en donde preferimos ser callados, introspectivos, disfrutar del tiempo a solas, y poder conllevar una vida social “adecuada”, aunque las situaciones de fiestas o reuniones nos pueden disgustar o angustiar.

La soledad va más allá, ya que comienza desde sí tener el deseo/ganas de hacer cosas sociales, pero falta tener la “confianza” o sentirnos preocupados por qué va a pasar una vez allá, y decidir no hacerlo. A veces será bueno quedarse en casa disfrutando de un pasatiempo a solas, sin embargo en estos casos puede que se quede con las ganas de hacer algo más, y reprocharse no haberlo hecho. Por ello:

Los ataques, y no al otro

A diferencia del ser introvertido/a, en este malestar nos podemos encontrar con esos reproches o ataques; más allá de sentirnos mal o culparnos por haber hecho (o no) algo; sentirnos menos, insuficientes, no importantes. En ocasiones podemos pensar cosas negativas de otras personas para consolarnos de estar solos (ej. “Es una persona muy criticona”) pero esto será un mecanismo de defensa para no sentirnos tan mal, que al paso del tiempo pierde eficacia y continuamos en ese malestar.

Integrar, no aguantar

Klein sostiene que en la primera etapa de nuestra vida, vemos a nuestros cuidadores (mamá, papá, etc)  de manera escindida; buenos o malos, uno u otro, y no como un punto medio. Y a través de nuestras experiencias placenteras con ellos, tendremos mayores habilidades para ‘integrar el objeto total’, esto es, ver nuestros vínculos con sus partes buenas y malas, y tolerarlo.

Partes malas o displacenteras incluyen separaciones momentáneas, el no poder complacernos en ocasiones, el poner límites y reglas, etc. ¿Y en personas como nosotrxs, en nuestra adolescencia o adultez? de manera muy similar, hablando sobre el malestar de la soledad, se sostiene que en la mayoría vemos a las personas y a las experiencias con estas como algo muy insatisfactorio, doloroso o penoso; por lo que ‘inconscientemente’ preferimos no arriesgarnos y seguir en este malestar como una manera de defensa. Así, ‘‘aunque lo sufra, estoy mejor aquí que allá afuera con esos riesgos’’.

El integrar, el salir a enfrentarnos a esa angustia y a poder tolerar diferentes situaciones, es una tarea difícil; tendrá qué ver con nuestra propia experiencia de vida, y esto se va elaborando en un espacio terapéutico.

Nuestra historia, nuestro dolor

Cada vez somos más conscientes del dolor (o las situaciones molestas o dolorosas) en las relaciones personales, lo cual nos abre paso a cuestionarnos si es lo que nos gustaría tener o no. Sin embargo, queda la pregunta de qué seguir haciendo o cómo cambiarlo.

Muchas veces nuestra historia tiene un peso inconsciente, una toma de decisiones que hacemos sin pensarlo o considerarlo, evadiendo el dolor o lo displacentero, e intentando preservar nuestra vida como ya es. En esta cuestión de la soledad, muchas de las veces se puede pensar que así ‘estamos bien’, debido a que nos ahorramos mucho sufrimiento ‘‘fantasioso’’ (que no sabemos si pasará o no, pero ahí está), lo cual nos hace quedarnos ahí a pesar de sentirnos mal.

Otras ocasiones, tenemos conciencia o recordamos lo que hemos pasado a lo largo de nuestra vida y lo nombramos conociendo su peso, pero ¿ya con eso nos sentimos mejor? No es muy probable. Hay mucho que hacer, sentir y reconstruir sobre nuestro sufrimiento.

¿Qué hago? ¿Acostumbrarme o escucharme? La búsqueda de compañía

En estos casos, cuando ya es una situación incapacitante (que dura mucho tiempo, no salimos de nuestra rutina, pasamos más tiempo a solas y disconformes, y se comienzan a malestar los hábitos de sueño, comida y bienestar personal), es importante acudir a psicoterapia para traer a la consciencia el por qué nos sentimos de esta manera; y así mismo, ir elaborando el cómo salir ‘de manera adecuada’ de esta situación.

En el espacio terapéutico, un lugar de acompañamiento para cualquier persona que lo deseé, se ha de permitir sentirse mal. Primero, se requiere traer a este espacio todo el dolor o las situaciones que se sufren/sufrieron, y a manera de ir construyendo nuevas caminos, irlas trabajando para encontrar las situaciones placenteras de la vida misma. Tampoco hemos de excluir que el dolor es parte de la vida cotidiana; más bien, debemos mejorar nuestros recursos personales para poder tolerar el sufrimiento que las relaciones sociales pueden tener.

El placer y el displacer van de la mano, no se trata de sentirnos culpables por cómo nosotros lo toleramos y lo aliviamos (o no). Sin embargo, de seguir persiguiendo ese estado de soledad durante mucho tiempo, siempre será mejor hacernos cargo y buscar sanar.

Referencias:

Envidia y gratitud, y otros trabajos: Sobre el sentimiento de soledad (1ra ed., Vol. 3o). (1988). Klein, M.

La separación de los amantes (1ra ed.). (1989). Caruso, I.

Obras completas: Duelo y melancolía (Vol. 14). (1914). Freud, S.

Psicología vs. Psicoanálisis: 5 puntos para entender sus encuentros y desencuentros

Psicología vs. Psicoanálisis: 5 puntos para entender sus encuentros y desencuentros

Si estás buscando algún tipo de psicoterapia y no te decides por cuál elegir, te compartimos aquí las principales diferencias entre la psicología y el psicoanálisis.

Se considera al padre de la psicología a Wilhelm Wunt, quien en el siglo XIX por primera vez introdujo las variables de los procesos mentales en el mundo científico, que antes se consideraban del campo de la filosofía. Desde entonces, la psicología tuvo su propio título y su propio campo. A finales de este mismo siglo, Sigmund Freud, en su estudio de la histeria, descubrió – o inventó – el inconsciente, y con ello, el psicoanálisis, que, por sus contenidos terminó alejándose de las corrientes psicológicas imperantes del momento. 

Psicología, se refiere a diferentes ramas como Cognitivo conductual, humanismo, Gestalt, sistémica, funcionalismo, entre otras. Mientras que dentro del psicoanálisis hay varias vertientes como la Freudiana, Kleiniana, Jungiana, Lacaniana, etc. Pero ¿qué es lo que hace que haya tantos desencuentros entre estas? Te lo decimos en 5 puntos.

1. Inconsciente vs. consciente

El psicoanálisis trajo consigo una herida fuerte para la humanidad, ya que introdujo la noción de que no siempre se es dueño de uno mismo.

Que el yo y la consciencia, que hasta entonces se creía total, no es más que una pequeña porción de la conformación de la psique (insignificante además), que no toma parte más que de forma secundaria en los pensamientos, actos y decisiones. Freud dio cuenta de que hay algo más que regula y opera más allá de estas instancias: el inconsciente. Desde este momento, la psicología y el psicoanálisis irán por direcciones diferentes.

A pesar de que la psicología toma del psicoanálisis el estudio del inconsciente, el psicoanálisis se concentra mucho más en escuchar lo que este tiene que decir del sujeto. Para el psicoanálisis, el inconsciente es un saber ignorado por el sujeto pero que opera y articula, y tiene que ver con lo infantil y la sexualidad, y cuya producción se da en la relación entre analista y analizante. La psicología, dependiendo de la rama, está más enfocada en la escucha de emociones, el comportamiento, los pensamientos conscientes y dañinos, y las creencias limitantes. Esta diferencia, por supuesto, tiene repercusiones clínicas importantes, que abordaremos en el siguiente punto

2. Sujeto total vs. sujeto dividido

Con lo que se dijo en el punto anterior, el sujeto de la psicología y del psicoanálisis, serán distintos, ya que este tendrá que ver con aquello que se produce en cada sesión, en cada caso, en cada escucha y cada relación particular dentro de la clínica. Es decir, aunque la misma persona vaya, el sujeto con el que se trabaja es distinto en cada una.

Mientras que la psicología busca un sujeto total, que se identifique con su yo y con su conciencia, el psicoanálisis pone atención justo en las cosas con el sujeto no se reconoce a sí mismo en lo que dice ni en su actuar.

Se trata de un sujeto que aparece en el error, en los sueños; y que dice algo que él mismo no quiso decir y con lo que no necesariamente se identifica. En psicoanálisis se trata de producir lo inconsciente a través del despliegue de estos discursos. Por esto, Lacan dirá que en psicoanálisis se subvierte la máxima cartesiana, “Pienso luego existo”, para ser “Pienso donde no soy, luego soy donde no pienso”. En psicoanálisis hablamos de un sujeto que no pasa ni por su pensamiento ni por su conciencia; este es, precisamente, el sujeto de la psicología que trabaja a nivel del yo. 

3. La clínica: discurso vs. fenómeno

Dado que un psicoanálisis, como se mencionó en el punto anterior, tiene por objeto la producción del inconsciente, lo infantil y la sexualidad; no necesariamente se enfoca en el síntoma del que llega aquejado un paciente; sino más bien en la historización, (por medio de la palabra), de la vida del sujeto que conforma su realidad psíquica y que al mismo tiempo este desconoce. De manera que la regla general en una terapia psicoanalítica es que el sujeto diga todo lo que se le ocurra, aunque parezca descabellado o sin sentido. A esto se le llama asociación libre, y tiene por objeto, de nuevo, la producción del inconsciente.

Las terapias de la psicología tienden a ser más estructuradas, a tener un tema que guíe la sesión; trabaja con fenómenos observables o a nivel de la fenomenología, y no tanto con el discurso –que es el caso del psicoanálisis–.

4. Diagnóstico

La psicología se apoya de herramientas de diagnóstico como el DSM-V, y es habitual que se dé uno a los pacientes (sobre todo a los no neurotípicos o neurodivergentes) con el fin de acotar la sintomatología y el tratamiento que, en casos graves se puede acompañar de la psiquiatría. El psicoanálisis, a pesar de que tiene estructuras generales de la que se guía en la clínica, no se trabaja con diagnósticos específicos que, se cree, la más de las veces obstaculiza la escucha y obturan la palabra; lo mismo puede ocurrir con las teorías y conceptos que cada una de las disciplinas desarrolla. 

5. El objetivo clínico

La psicología busca la remisión de síntomas, la adaptabilidad, el bienestar y la funcionalidad del sujeto que le permita estar integrado socialmente de una manera adecuada. El psicoanálisis puede obtener esto solo de manera indirecta y secundaria, ya que lo que busca posibilitar es una posición subjetiva frente a su deseo, el poder sostenerlo con el menor sufrimiento posible. La psicología busca la remisión de síntomas, la adaptabilidad, el bienestar y la funcionalidad del sujeto que le permita estar integrado socialmente de una manera adecuada. El psicoanálisis puede obtener esto solo de manera indirecta y secundaria, ya que lo que busca posibilitar es una posición subjetiva frente a su deseo, el poder sostenerlo con el menor sufrimiento posible. 

Tanto la psicología como el psicoanálisis son buenas opciones a la hora de buscar un transitar diferente en la vida y una posición distinta a la del sufrimiento.

Si estás buscando psicoterapia, es importante que esta sea la más adecuada a tus necesidades. En PI puedes encontrar diferentes opciones por la variedad de especialistas que forman parte del equipo. Si tienes alguna duda o deseas empezar un proceso psicoterapéutico, no dudes en contactarnos por nuestros diferentes canales.